Tatuaje y Escarificación en el México Prehispánico

Entre los habitantes del México prehispánico el alterar de distintas formas el cuerpo fue una costumbre muy difundida. Las causas de estas modificaciones fueron varías; algunas relacionadas con sus festividades, otras con sus ciclos agrícolas y algunas más con sus ciclos de vida y muerte. Era común que al celebrar alguna festividad o acontecimiento se pintaran la cara y/o el cuerpo con diseños y colores específicos sin faltar sus danzas. También acostumbraban hacerse escarificaciones sobre la piel de la cara, brazos o piernas. Asimismo, era común deformarse la cabeza, limarse y/o incrustarse piedras semipreciosas en los dientes. Hay evidencias de estas prácticas culturales en sellos de cerámica, figurillas, cráneos, dientes y relatos de cronistas, los cuales narran cómo, cuándo, quién y a quiénes 
- Josefina Bautista Martínez

Tatuaje y Escarificación en el México Prehispánico

Nuestro cuerpo se convierte en una expresión de libertad y autodominio, al crear agujeros donde no los había y/o decorarlo con tatuajes y modificaciones diversas, ésto por supuesto agrega significado a cada individuo y su historia personal.

Muy probablemente la pintura corporal y el uso de adornos, fueron los primeros medios que el hombre puso en práctica con el fin de modificar o cambiar su apariencia. Posteriormente, fueron comunes las alteraciones tegumentarias: escarificaciones y tatuaje; la deformación de la cabeza y el limado e incrustación dentaria.
El tatuaje a su vez también ha sido utilizado como símbolo diferenciador entre tribus, pueblos e incluso naciones a lo largo y ancho de nuestro tiempo y mundo.
"El cuerpo es un lienzo, como un libro de pinturas -así lo decían nuestros ancestros-. En donde los tatuajes le dan nuevo sentido y significado a nuestra piel."
-Carmen Martínez
Para los que aún creen que el tatuaje, la escarificación y la modificación corporal es algo "moderno" sería bueno que se enteraran que esta actividad se remonta a una antigüedad lejana, más de 5,000 años para ser más claros. Si bien en algunas regiones se cree que estas prácticas tenían una connotación más bien terapéutica, lo cierto es que el humano se ha tratado de diferenciar de sus semejantes desde su mero origen expresándose de diversas formas por medio de su propio cuerpo, incluso antes de desarrollar el lenguaje como tal. 

Insignias de los gobernantes tarascos (orejeras de obsidiana).
Foto: Melitón Tapia, INAH.

Existen diferentes implicaciones o intenciones del tatuaje; indican ritos de iniciación, funcionan como protección contra enfermedades o magia dañina, indican una jerarquía dentro de una comunidad, narran sucesos míticos o religiosos, o bien nos cuentan sucesos de la vida personal del que los porta.
Guerrera Águila: Denominada con este nombre por el atavío que la distingue, la escultura muestra su cabeza emergiendo del pico de un águila portada en su espalda; un collar de corazones y cráneo, símbolo asociado a los guerreros y una falda tejida con serpientes. Porta en la cabeza un tocado de cráneos y orejeras con serpientes. Esta excepcional pieza se exhibe en el Museo de Sitio de Tehuacán, Puebla. Foto: Melitón Tapia, INAH.

En el México prehispánico, tatuarse la piel fue una práctica que se extendió desde las culturas del norte hasta los mayas en la península de Yucatán, y existen numerosas referencias históricas sobre el tema.

De manera general, las escarificaciones consisten en levantar la piel de alguna región corporal para producir relieves notables. Se producen haciendo heridas e introduciendo en ellas cuerpos extraños (ceniza o pequeñas piedras), con el fin de causar una cicatriz exuberante formada de gruesos botones carnosos.

En cuanto a la perforación del lóbulo de la oreja, Torquemada, Landa y Sahagún dicen que la mayoría de los grupos prehispánicos se perforaba el lóbulo de la oreja, hay muchas figurillas que muestran la colocación de orejeras o la perforación y/o distensión del lóbulo; mayas, mexicas, tribus del golfo de México, así como las de Oaxaca o las de occidente, se perforaban las orejas para colocar adornos de madera o de metal, y para estos últimos fue común colocarse un número considerable de arillos en el reborde auricular.

De los labios también hicieron costumbre fijar ornamentos. Se hizo en el labio inferior, en el superior, en ambos, en las comisuras. Se hacían estas perforaciones con una espina de acacia, la cual era renovada hasta lograr que el agujero ya no se cerrara. Y así iban dilatando este orificio introduciendo objetos más grandes cada vez. 

También trataremos sobre un práctica que hoy se considera barbárica, pero que fue una costumbre muy arraigada y difundida entre todos lo pueblos de México antes de la Conquista. El origen exacto de la deformación cefálica intencional es desconocido. Sin embargo, existen evidencias de ella en todos los continentes. 

Otra práctica cultural, con el fin de alterar la morfología corporal, fue el limado e incrustación de los dientes, sobre todo de los anteriores (incisivos y caninos). La finalidad pudo haber sido un medio ornamental, una expresión de duelo, o un rito de iniciación (extracción de un diente).
En el continente americano el tatuaje fue asociado a ritos simbólicos, consistiendo en marca única que permitía que el alma superase los obstáculos en su camino a la muerte. Viene a ser una especie de amuleto, talismán indeleble e inseparable del cuerpo físico que lo protege en el inframundo y aleja las energías negativas durante su vida mundana. Por tanto, se le puede atribuir la función de brindar inmortalidad (‘vivir más allá de la vida actual’). Así, el cuerpo funciona como tan solo un recipiente, un continente que da forma física a la energía (‘alma’), que es la sustancia que realmente hay que cuidar y mantener. Por eso el individuo modifica su cuerpo, llegando incluso a ser capaz de dañarlo (en el caso de las escarificaciones), con tal de asegurarse el paso a esa otra nueva vida que le espera próximamente.

Los orígenes de la modificación corporal en México

"Los pueblos mesoamericanos veían al sacrificio como una forma de halagar o apaciguar a los dioses, a través del cual se hacía posible la continuidad del mundo y del universo”, refirió el director general del INAH." -Diego Prieto Hernández (Director General del IAH)
Existe la creencia de que el actual tatuaje mexicano es la continuación ininterrumpida del tatuaje prehispánico mesoamericano, sin embargo no fue así. Los orígenes del tatuaje en nuestro país, hay que buscarlos en el tatuaje novo-hispano. 

En expedientes del Archivo General de la Nación en la CDMX, encontramos un curioso ramo llamado “Inquisición”, en él se pueden rastrear los orígenes y características del tatuaje en la Nueva España, ya que esta práctica fue perseguida en la época colonial, debido a que según la creencia Española, alterar de manera deliberada la piel con imágenes y frases era un atentado contra la obra máxima de dios, por lo que era prueba de una posible herejía, una superstición peligrosa, o incluso un pacto demoníaco, por lo que las autoridades religiosas y civiles novo-hispanas tenían que investigar, acosar y sancionar a los tatuados de ambos sexos.


Diente humano maya con incrustaciones de jade, AD500-AD1,000

Como hacían las tribus de América del Norte y del Sur, los antiguos mexicanos también se adornaban las piernas y los brazos con anillos y brazaletes; con collares y con plumas el cuello y la cabeza, y se pintaban la cara y el cuerpo. 

Sin embargo, el tatuaje estaba reservado sobre todo para los miembros de la nobleza, los sacerdotes y los guerreros más valerosos, además se practicaba la mutilación dentaria para incrustarse en ellos piedras preciosas o pedazos de oro como lo hacen con hilos de latón los dayaks de Borneo y los battaks de Sumatra. 

También practicaban la escarificación en el rostro y los hombros, la horadación de labios, de tabiques nasales y de lóbulos para portar bezotes, las narigueras y orejeras de oro, cristal de roca, obsidiana, piedras verdes, madera o barro, y a veces canutillos metálicos, dentro de los cuales colocaban plumas de varios colores.
“Lábranse (tatúanse) los cuerpos y cuanto más (por) tanto más valientes y bravos se tenían, porque el labrarse (tatuarse el cuerpo) era gran tormento. Y era de esta manera: los oficiales (especialistas) de ello labran la parte (del cuerpo) que querían con tinta y después cortábanle) delicadamente (en) las pinturas y así, con la sangre y la tinta, quedaban en el cuerpo las señales; y que se labraban poco a poco (las partes del cuerpo) por el gran tormento que era, y también se (ponían) malos porque se les enconaban (infectaban) las labores (tatuajes) y supurábanse (escurriendo pus) y que con todo esto, (los indios tatuados) se mofaban de los que no se labraban (tatuaban)” 
- Fray Diego de Landa, Relación de las Cosas de Yucatán, capítulo XXII

Otomíes

De los pueblos más antiguos en el Altiplano Central. Utilizaban bezotes y orejeras; las piedras de los señores y guerreros se distinguían por su valor y finura. Se cortaban el cabello a media cabeza -atrás muy corto, dejándolo largo en la parte delantera, a lo cual se le llamaba piocheque-.  

Escultura de Botzanga, máximo guerrero del pueblo Otomí

Arte de: Kamaztoz

Las mujeres también desde niñas, se rapaban la cabeza; de adolescentes se dejaban crecer el cabello sin peinar, y sólo cuando ya habían sido madres se lo arreglaban. 

Usaban zarcillos u orejeras, se pintaban el pecho y los brazos azules de forma permanente punzando su carne con lancetas, además se adornaban con plumas coloradas, pies, piernas y brazos; se afeitaban el rostro donde se embarraban un betún amarillo al cual llamaban "tecozahuitl", sobre el cual ponían rojo en sus mejillas; finalmente se teñían los dientes de negro.

Mujer Otomí con Tatuajes. Arte de Kamaztoz
Los Cuitlateca y los Tlahiuca, rama de los otomíes, poblaban una pequeña provincia cuya capital era Cuauhnahuac, hoy Cuernavaca (Estado de Morelos), a la cual correspondía el territorio de Xihuitza Capitzalan, llamada así porque los señores que la gobernaban traían unos chalchihuites atravesados en las narices.
Chalchihuitl, es una palabra de origen náhuatl, cuyo significado es piedra preciosa que alumbra, gema o esmeralda sin pulir

Cuextecapan

Los cuextecapan, que se extendían entre las costas del Golfo, la parte sur de Tamaulipas, el norte de Veracruz y la parte oriente de San Luis Potosí, habían llegado en barcos por el mar, tenían la cabeza ancha y chata y se teñían de amarillo o rojo el cabello. Además, se agujereaban y limaban los dientes para hacerlos acabar en punta y luego los teñían de negro, también se perforaban y expandían la nariz para adornarse colocando un tubo de oro dentro del cual atravesaban plumas de color rojo, también tenían un perforación en la punta de la nariz donde atravesaban pedernales y joyas de valor.  En los pies llevaban cascabeles de palo ó cobre, con los que generaban música.

Acaxees

Antiguos moradores de Sinaloa y el noroeste de Durango. Lo que se conoce de las culturas Acaxees y Aiximes antes de la llegada de los españoles es que estaban asentados en casas de adobe y casas de piedra. Utilizaban la turquesa, la plata, el cobre y el oro. Cultivaban el maíz, el frijol y la calabaza; utilizaban el agave para hacer bebidas, los hornos subterráneos, el tejido de algodón y el tejido de fibra de maguey. 

Fueron uno de los grupos que se resistieron a la conquista española. En diciembre de 1601, los Acaxees, bajo el liderazgo de Perico, se levantaron contra el dominio castellano en lo que se ha denominado "La Rebelión Acaxee". Fueron  exterminados junto con los Xiximes por las enfermedades que trajeron los españoles y su lucha constante con el imperio español.

Para la guerra utilizaban la honda, el lanza dardos, y el escudo. Tenían entierros funerarios, figuras de dioses, había personas que practicaban el chamanismo y la curación por succión. Se hacía uso de los tambores para música (teponaxtle). Se practicaba el juego de pelota al que llamaban batey. Preservaban los huesos y cráneos de sus rivales de guerra, los cuales se ofrendaban a sus deidades con jícaras llenas de maíz, frijol y carne humana proveniente de los guerreros. Y, al menos los Xiximes, practicaban el canibalismo ritual.

Cuando iban a la guerra cargaban consigo todos sus adornos y riquezas, para ello fabricaban una especie de cola que hacían con tiras de gamuza teñida de negro, la cual se amarraba en la cintura para semejar la cola de un animal. Además, en el punto que corresponde al sacro, colocaban un espejo. Finalmente, se pintaban la cara, los brazos y las piernas de amarillo o negro con hollín.
  
Cuando volvían como ganadores y traían consigo la cabeza de los enemigos vencidos, organizaban un festín, en él, se perforaban el labio inferior y pasaban por él un hueso de unos cuatro centímetros de largo; se hacían la misma cantidad de perforaciones equivalente al número de hombres que habían vencido. Las mujeres se colgaban al cuello las manos de los cuerpos de los enemigos.

Cabe mencionar que ellos cuidaban mucho su cabello, lo dejaban largo y lo trenzaban con cintas blancas. En el cuello y en los puños llevaban colgantes de caracoles y conchas. Desde niños se agujeraban el tabique de la nariz y colocaban una esmeralda o chalchihuite (nahuatlismo para designar a las piedras verdes semipreciosas), y en las orejas llevaban muchos zarcillos de plata o cobre, cada uno con una cuenta blanca. Otros traían unos arillos de plata y otros de cobre, tan grandes como manillas.

En las piernas traían las garras de los venados que habían matado, las cuales ordinariamente traen ceñidas principalmente porque decían que eran muy útiles para subir las montañas.Cuando se cansaban en semejantes cuestas, con un arco pequeño y una flecha muy aguda se picaban las piernas, saliendo de cada picadura tanta sangre que corría hasta el suelo. Lo mismo hacían junto a las sienes y frente, para sangrarse la cabeza cuando les dolía.
En las montañas de lo que conocemos actualmente como el estado de Durango, habitaban 5000 Xiximes en convivencia con otros grupos precolombinos. Solamente existían rumores de prácticas caníbales en torno a los Xiximes y de los Acaxées, y sólo los primeros han sido confirmados como antropófagos.
Los Xiximes, vecinos e irreconciliables enemigos de los Acaxees, fueron nómadas de habla náhuatl que ocuparon tierras de Durango y límites de Sinaloa; cazaban venado, jabalíes, liebres, guajolotes y otros animales.

Eran combatientes feroces, andaban semidesnudos, se pintaban cara y cuerpo de ocre, negro y amarillo, y sobresalían porque tenían la costumbre de usar como adorno collares de caracoles o los huesos de sus enemigos. Eran de las mismas costumbres, solamente que trenzaban el cabello con cintas de varios colores, además tenían fama de caníbales. 
A través de sus rituales, el canibalismo y la utilización de huesos, ellos marcaban límites entre los Acaxées y los Xiximes y el resto del mundo.
La colección del Museo Xiximes se encuentra en Gómez Palacio y en Durango capital. (El Siglo de Torreón/ Edith González)
 
Los Xiximes creían que comiéndose los cuerpos y las almas de sus enemigos y utilizando sus huesos limpios en rituales, garantizarían la fertilidad de sus cosechas, de acuerdo con las anotaciones históricas de los misioneros jesuitas.
"En el México antiguo, el ser humano concebía que el cosmos necesitaba de un equilibrio para funcionar y que las fuerzas sagradas lo reflejaban a través de su cuerpo. El ritual del sacrificio humano se hacía a fin de establecer un intercambio de energía con lo sagrado, para influir en el mundo natural y el sobrenatural y reproducirlos, es decir, para generar el equilibrio. En ese sentido los sacrificios servían como acción simbólica que se creía capaz de afectar al mundo sobrenatural y producir el orden establecido."  -Sergio Delgadillo. Del texto: El proceso de extinción de los acaxees y xiximes. -Tribus de tradición antropófaga de la Sierra Madre Occidental entre los estados de Sinaloa y Durango. Siglos XVI—XVIII.
Sin embargo, los hombres jóvenes no podían tatuarse mucho hasta contraer matrimonio y las mujeres lo hacían de la cintura para arriba, a excepción de los senos. Esta gente, era espléndida en sus adornos y en sus joyas, y la riqueza que sus reyes ostentaban en medio de sus tribus salvajes, igualaba a la de los monarcas del antiguo continente. 

Aunque llevar tatuaje era una muestra de valor y un signo de estatus, también servía como castigo; si una persona era encontrada culpable de robo se le tatuaban ambas mejillas con un diseño que señalaba su falta.


Olmecas

Los olmecas son la civilización más antigua de Mesoamérica, proporcionaban los primeros y tal vez los más ilustrados sacrificios de genitales. 

En el pasado se encontró un mural, en una cueva del estado de Guerrero, que muestra un jaguar agachado, símbolo de un Rey-Sacerdote, de las garras del jaguar salía una serpiente cuyo cuerpo cambia a un miembro alargado de humano. La obligación de los sacrificios era uno de los tantos ritos que los mayas y otras culturas han heredado de los olmecas. 

Los Olmecas poseían una gran variedad de perforaciones en diferentes partes del cuerpo, como las orejas, septum y labios. También se les conocieron perforaciones en la frente, brazos, piernas y genitales. Como instrumentos para perforar usaban picos de maguey, garras de animales, espinas de pescado, dientes de tiburón y piedras preciosas finamente detalladas.

Los aretes estaban hechos principalmente con conchas de mar, obsidiana, cuarzo o jade. Las perforaciones eran una de las tantas formas de modificar el cuerpo en todos los niveles sociales, muchas veces eran un símbolo de acercamiento a sus deidades.

Los sacerdotes expandían sus lenguas hasta el diámetro de su muñeca. También perforaban las mejillas, sin embargo esta perforación se reservaba para ritos fúnebres, en los cuales, miembros de la familia del difunto recibían tal perforación por parte del sacerdote, este tributo era un acto para asegurar un buen recibimiento en la siguiente vida.



Los últimos huesos humanos encontrados prueban muestras de canibalismo tales como huellas de corte y de haber sido hervidos con fines de antropofagia, lo cual “fue un aspecto crucial en su percepción del mundo y en su identidad cultural” palabras de José Luis Punzo, arqueólogo responsable del Proyecto de Investigación y Conservación de las Casas en Acantilado de la Cueva del Maguey por parte del INAH.

El sitio la Cueva del Maguey se ubica en la Sierra Madre Occidental, a 2,600 metros de altura, en un bosque de pino, dentro de las barrancas del municipio de Pueblo Nuevo, abarcando una  extensión de 1KM lineal, dentro del cual se han encontrado vestigios de antiguas construcciones de dos niveles y hasta cuatro metros de altura, edificadas en el interior de cinco cuevas, con un tipo de arquitectura de tierra llamado bajareque, que las hace singulares. 

Ambos grupos luchaban contra miembros de otros, pero es importante resaltar que solamente se comían a los pertenecientes a determinados colectivos, especialmente a los hombres, pues los españoles y los miembros de otras tribus estaban infravalorados como sujetos rituales.

Las partes del cuerpo eran cocinadas hasta que los huesos estaban totalmente limpios, y la carne se cocinaba en una especie de caldo con maíz cocido y frijoles, de este plato se comía posteriormente en una noche de rituales con bailes y cánticos.

Tras el festín, los huesos eran guardados durante meses en casas del Tesoro. Cuando llegaba la época de la siembra, los Xiximes colgaban los huesos de los árboles y las casas para que los espíritus les ayudasen con las cosechas.
“El ritual se llevaba a cabo para la cosecha, e implicaba la cacería de venado y la elaboración de tamales con el maíz nuevo; después de ello, los xiximes salían a la guerra, a la cual se dedicaban la mitad del año. Cuando ganaban una batalla solían llevarse el cadáver del  enemigo. Al regresar a su localidad hacían un ritual muy complejo en el que participaba toda la población; cuyo objeto era ‘apropiarse del alma’ del otro, mediante el consumo de su cuerpo; las partes de mayor valor eran la cabeza y las manos”. -José Luis Punzo.
Esta práctica ritual tiene varios significados, el primero es conservar los huesos como símbolo de prestigio, al tiempo que se perforaban los labios inferiores con ellos para enaltecer superioridad. Sabemos que aquel que es sacrificado muere transitoriamente como dios, seguramente por ello guardaban los huesos de las victimas, era una forma de conservar al dios. Y el comer la carne era alimentarse de esa energía. Otro elemento del ritual es el festejo de la victoria mediante danzas y cantos. Y uno más, el más importante, es el de alimentar a la deidad, tanto con la sangre, como con la carne. 

Ópatas

Considerados como uno de los principales linajes de Aridoamérica, la existencia de los indios "ópatas" hoy es casi un misterio. Esta etnia indígena radicaba en las montañas de Sonora y el Noroeste de Chihuahua. Los indígenas ópatas (que significa “gente hostil” o “enemigos”, en la llamada lengua prima de Sonora), son un linaje indio a punto de desaparecer.

Tenían la costumbre de que las madres picaran a los niños recién nacidos con una espina, alrededor de los párpados para dejarles impresos muchos puntos negros, los cuales formaban arcos, lo que para ellos, realzaba su hermosura. Repetían la operación del tatuaje a medida que el niño crecía, solamente que entonces no se limitaban a tatuar solo la cara sino también el cuerpo.

Los indígenas de esta tribu, tenían por signo de distinción una serie de cicatrices longitudinales y ondulantes que los acreditaba como guerreros. El capitán que armaba como guerrero a un joven, le producía con una garra de águila, largas heridas en los brazos, desde el hombro hasta el puño y les daba una forma ondulante; infería otras a lo largo de los muslos y de las piernas y, por último, otras en el pecho. Las cicatrices que resultaban eran lucidas por los jóvenes guerreros con gran orgullo y satisfacción.

Guachichiles

Líder Guachichil
Antiguos moradores de los Estados de Zacatecas y de Coahuila, tenían sus cicatrices que los acreditaban como valientes; esta valentía era heredada de sus padres por medio de la operación que sufrían desde niños:

«Al nacer el primero de los hijos de una mujer, se reunían los parientes y muchos invitados, lo tendían sobre la piel de un venado, y en seguida los presentes le sajaban todo el cuerpo con huesos afilados o dientes de animales, hasta dejarle hecho una lástima. Salían a la guerra pintados con dibujos de animales y se adornaban la cabeza con plumas de colores.» 

Zapotecas

Las mujeres zapotecas usaban grandes y anchas arracadas de oro en las orejas y pulseras de piedras finas, así como collares de estas mismas piedras y de pedazos de oro. 

 Máscara funeraria mixteca Tumba No. 7
Monte Albán Museo de las Culturas de Oaxaca
Anagoria - CC BY 3.0, Wikimedia Commons

Los pendientes que utilizaban eran muy pesados, por lo que provocaban la deformación de las orejas, muchas veces era por las penitencias pedidas en los rituales.

Los hombres se perforaban para salir a la guerra o para deformar el labio y así llevar el bezote ó "tentetl", que significaba ser un guerrero distinguido. 

Mayas

En su búsqueda del perfil perfecto, los antiguos mayas hicieron uso de las modificaciones del cuerpo para llegar a un grado inimaginable.

Quizá el elemento más conocido de modificación del cuerpo de la cultura Maya para embellecerse fue la deformación de la cabeza, la cual, así como el tatuaje, era un privilegio exclusivo de los nobles, de los sacerdotes y guerreros, y como lo fue entre los Zapotecas y otras tribus mexicanas del norte.

Entre los mayas se distinguen dos tipos de deformación del cráneo: la tabular oblicua y la tabular erecta; la primera fue común entre las esferas de los altos dignatarios, pues producía un aplastamiento que hacía que el cráneo se asemejara al de los jaguares, considerados animales sagrados y distintivo de la nobleza. Para el resto de la sociedad, la forma craneal que se obtenía con las deformaciones intencionales practicadas desde la más tierna infancia estaba emparentada con la de las mazorcas, puesto que los mayas se concebían a sí mismos como los hombres de maíz.

By Hermann Braus - Anatomie des Menschen:
ein Lehrbuch für Studierende und Ärzte
1921, Public Domain, Wikimedia Commons
Para lograrlo entablillaban sus cabezas: el niño recién nacido era sometido a un procedimiento para comprimirle la cabeza; lo colocaban boca abajo y le ponían una plancha de madera en la frente y otra en el occipucio; comprimían fuertemente hasta que después de algunos días, había adquirido el cráneo la forma achatada, tanto de la frente como del occipital.

Otro método consistía en comprimir la cabeza con anchas correas de cuero, las cuales partían del occipucio, pasaban por el vértice de la cabeza llegando a la frente, y volvían hacia atrás, ahí se abría en dos puntas para amarrarlas atrás del cuello.

Para los mayas, el estrabismo era un rasgo de hermosura. Sin embargo, la deformación cefálica intencional provocó cambios estructurales no sólo de la región posterior de la cabeza, sino también en la región facial, y en específico las cavidades oculares y el plano de oclusión dental.

Las alteraciones de las órbitas repercutieron en la visión del sujeto; lograron como consecuencia el estrabismo. Éste no se debe, a la colocación de un pegotillo entre los ojos, como nos lo mencionan los cronistas, sino que es consecuencia de la alteración ósea.

Los Mayas valoraban sobre todo el sacrificio y la sangre que éste implicaba. La sangre de los miembros de las dinastías reales era especialmente apreciada para sacrificios. Aun más si provenían de los genitales ya que era la sangre procedente de los órganos creadores de vida. Son muy conocidos los relieves de los señores que se taladran el pene con piedras afiladas y de mujeres que se atraviesan la lengua con cuerdas de las que cuelgan dientes de tiburón o espinas de raya. En otras ocasiones, las mujeres se taladraban la vagina y se hacían pasar una cuerda a través. Éstos no son sacrificios “mortales”, pero sí cruentos (con derramamiento de sangre): la sangre se recogía en papel de fibra vegetal que se quemaba después ante los altares.
Los mayas le daban un gran valor al poder mágico de su sangre y ofrecían sacrificios con ella, se han encontrado dibujos y textos sobre lenguas perforadas, en algunos rituales se perforaban la lengua en una dirección inclinada de un lado a otro y pasaban partes de paja a través de las perforaciones o metían largas cuerdas, a veces con espinas, y así las jalaban. 
Sacrificio de la realeza maya: la reina Xoc se pasa una  cuerda llena de púas por la lengua ante su marido, el soberano "Escudo Jaguar". Yaxchilán, México.

Entre los instrumentos que utilizaron para perforar destacan objetos como agujas punzantes, a veces identificadas como espinas, garras o colmillos, aunque también se encontraron hojas puntiagudas de obsidianas y punzantes hechos de huesos de animales y en ocasiones de humanos.

Además, y según algunos historiadores, los mayas practicaban la circuncisión:
"También se perforaban el propio miembro, lo perforaban oblicuamente de un lado a otro y por los orificios pasaban gran cantidad de hilo, así que todos los integrantes del rito quedaban atados, ellos untaban a sus ídolos con la sangre que fluía por todas partes."e
- Diego de Landa

Los mayas además resaltaban su cuerpo con escarificaciones. Primero pintaban el diseño que se iban a cortar, después cortaban la piel y en la herida introducían tierra negra o carbón pulverizado, tallándolo para que permaneciera un dibujo, además de la cicatriz. Normalmente estas escarificaciones ya sanas mostraban figuras de serpientes, águilas y otras aves.

En un texto de Bernal Díaz del Castillo, encontramos que los mayas gustaban de pintar sus rostros y cuerpos con varios colores, a veces blanco y negro, otras veces de color rojo, ésto con el fin de ahuyentar a sus enemigos, y se ponían en la cabeza penachos de plumas. Pero al volver de las expediciones a la ciudad, ésta pintura la hacían indeleble, sustituyéndolas con un tatuaje. 

A su vez, Fray Diego de Landa describe que los mayas de Yucatán se labraban los cuerpos y «cuanto más, tanto más valientes y bravos se tenían, porque el labrarse era gran tormento». Mientras la percepción europea era que el arreglo y modificación corporal representaban un claro signo de homosexualidad, la verdad era que para los mayas representaba un signo de hombría y valentía. Existían especialistas que hacían los tatuajes y que

"labraban la parte que querían con tinta y después sajábanle delicadamente las pinturas y así con la sangre y la tinta, quedaban en el cuerpo las señales; y que se labraban poco a poco por el grande tormento que era."

El tatuaje o hots no sólo era un adorno personal, ya que tenía implicaciones religiosas, pues como ya se mencionó en el caso de los itzaes el tatuaje los transformaba literalmente en su uay (alter ego).

Foto INAH

La capacidad de transformar el cuerpo físico en su alter ego iniciaba al tatuar en el rostro y el cuerpo esta otra entidad que los acompañaba y definía. Además de los tatuajes, otra transformación radical del cuerpo fue la mutilación del pene con fines rituales, quizá relacionándolo con alguna deidad del inframundo. El tatuaje entonces, era un PRIVILEGIO para los guerreros y los nobles, a la gente del pueblo NO SE LE PERMITÍA tatuarse. Diego de Landa afirma a su vez, que entre los mayas, los guerreros eran considerados más valientes, cuanto más tatuajes  tuvieran.
El tatuaje indicaba su estatus y la ocupación. Se perforaban y expandían la lengua, los labios, las narices y orejas y posteriormente las decoraban con la joyería más fina que se pudieron permitir. Las perforaciones en la oreja fueron gradualmente expandidas hasta llegar a un grado asombroso. En algunas excavaciones fueron encontradas algunas orejeras de jade, superando el diámetro de siete centímetros.
Un guerrero joven solo tenía una o dos figurillas meramente simbólicas, pero con cada nueva víctima se ganaba un tatuaje nuevo, así pues el cuerpo de los guerreros más veteranos debía estar completamente cubierto de ellos. Esta costumbre nos recuerda a las tribus de Nueva Zelanda, y de algunos indígenas del Pacífico, también a la tribu Kalinga cuyos miembros obtenían un tatuaje de águila exclusivamente para los guerreros que volvieran a la aldea con la prueba (la cabeza) de que habían matado algún japonés.

Las mujeres tatuaban su cuerpo hasta la cintura con diseños más finos que los de los hombres, exceptuando sus senos que eran respetados como símbolo de la vida mientras amamantaban a sus pequeños, guerreros, cazadores o recolectores. 

Mujer Maya. Arte de Kamaztoz

Tenían los dientes limados como sierras, lo cuál lograban limándolos con piedras y agua. Se hacían una perforación en el tabique nasal, donde introducían un ámbar. También perforaban sus orejas donde por supuesto colgaban pendientes de gran valor. Su cabello era 2 para ellas, lo trenzaban y adornaban de forma que el peinado distinguía a las doncellas de las mujeres casadas.

Los mayas eran maestros en la práctica del limado e incrustación de los dientes; Landa dice que "tenían por costumbre aserrarse los dientes dejándolos como dientes de sierra y esto tenían por galantería y hacían este oficio unas viejas limándolos conciertas piedras y agua". Se puede afirmar que las alteraciones dentarias más elaboradas proceden de la zona maya, pero no hay que olvidar que se tienen ejemplares únicos procedentes de todo el México prehispánico. 

La incrustación dentaria es una labor que requiere tener amplios conocimientos sobre anatomía dental, ya que la mayoría de los dientes catalogados e inventariados, no muestran huellas de infecciones a causa de esta alteración, poseían conocimientos suficientes para la horadación del esmalte dental sin romper el diente o lesionarlo. Hacían una perforación de forma circular y colocaban dentro de ella, pequeños discos de jadeíta, hematita, turquesa, y muy pocas veces hueso, ayudándose para fijarlas, de un cemento del cual, hasta ahora, se saben sus componentes químicos, pero no se ha logrado obtenerlo. 

Antropólogos han concluido que la odontología
en México se conoció y se practicó desde hace, 
aproximadamente, mil quinientos años antes de la 
Era, y dejó de aplicarse a la caída del 
Magno Imperio Mexicano.

Uno de los materiales más vistosos usados en las incrustaciones fue el jade, de color verde con diversos matices, desde el muy claro hasta el oscuro, se consideraba como un símbolo de todo lo que es valioso y divino, era sinónimo de belleza, caracterizado por ser un mineral de gran dureza. La turquesa, también de gran dureza, en México se encuentra en forma de delgadas laminillas o bien en granos pequeños de color azul celeste, usada en la época prehispánica para la formación de mosaicos y de los pequeños discos que eran incrustados en los dientes. La hematita comprende dos variantes: la hematites roja y la parda, Sahagún menciona una piedra que los indígenas llaman éztetl, que quiere decir piedra de sangre.

Los dientes, por el limado practicado, tienden a presentar cambios en su plano oclusal o línea de contacto entre los dientes superiores e inferiores, a veces, hay una asimetría notable de ambas mitades, o un desgaste mayor en uno de los lados; sobre todo si está relacionado con deformación cefálica intencional asimétrica.



Mexicas


Figura del Dios Quetzalcóatl. Foto: Hendrik Zwitash.
 
En Norteamérica el tatuaje era un rito simbólico y una única marca que permitía superar obstáculos en el camino hacia la muerte, se asociaba al mundo religioso y mágico. Y en México era una práctica común entre los nativos, quienes se tatuaban imágenes de dioses, específicamente los aztecas quienes tatuaban a los niños con el fin de rendir tributo a dioses como Quauhtli.
Algunos gobernantes siguieron el ejemplo de Quetzalcóatl al derramar sangre de sus genitales. Este acto se entendía como la imitación de la primera mítica penitencia de la Serpiente Emplumada, quien dio vida a la humanidad al mezclar su sangre con los huesos de tiempos ancestrales.


Para los mexicas, las perforaciones eran un acto de purificación para acercarse más a Dios. Las perforaciones requerían de ritos muy exhaustos de meditación. Los periodos duraban desde cuatro días, para la gente común, hasta 20 días para reyes y sacerdotes, aunque también se sabe de algunos de hasta 80 días. Las primeras perforaciones eran en honor a Tonacatecuitli y Tonacacuitl, amos de la carne. Éstos rituales iban muy ligados con el consumo de hongos alucinógenos y pulque.

Las perforaciones de oreja y lengua fueron muy apreciadas dentro de la cultura azteca, se dice que éstas se realizaban en los niños en fechas específicas, comparables con nuestro año bisiesto.
Los Mexicas no sólo se pintaban con motivo de sus fiestas guerreras, sino que también lo hacían cuando algún acontecimiento les llenaba de regocijo.
Los Xiuhnacochtli (expansores) fueron utilizados por los reyes y gente común, sin embargo, los reyes usaban piezas de turquesa. Las perforaciones de la lengua fueron hechas como un tributo a la Diosa de la Tierra, Coatlicue, la perforación en su honor era un acto único en la vida pues otorgaba limpieza espiritual, era una reflexión para invocar veracidad en el recibidor del arete a través de la cercanía espiritual con los dioses.

Los ancianos, entre los aztecas, tenían grandes tapones de jade en sus lenguas, estas ornamentas iban con ellos hasta la tumba para mantener la veracidad en la siguiente vida.

La perforación del septum es extensamente documentada dentro de los aztecas, entre los que usaban tal perforación desfilaban dioses, como Quetzalcóatl, reyes, sacerdotes, grandes guerreros y nobles. Xiuhyacámitl significa septum perforado en náhuatl. Se dice que los reyes usaban barras de turquesa en tal perforación para los eventos de gala.

Es de destacar la importancia del oro como símbolo de poder y divinidad entre los mexicas. El oro llegaba a México-Tenochtitlan, vía tributo y comercio, y se destinaba a los altos gobernantes, como el huey tlatoani; éste mostraba su estatus portando una diadema de oro, símbolo de su nobleza y jerarquía, así como narigueras, orejeras, brazaletes y colgantes, todos ellos elaborados con este metal y con piedras y plumas preciosas.

Los dioses, especialmente los que estaban relacionados con la muerte y lo subterráneo, usaban platos en el septum con diseños de cráneos. La joyería típica de Tlatoani (el que habla con una lengua pequeña y veraz) era el labret o bezote, dicha ornamenta era básicamente de turquesa y significaba una alta autoestima y por lo regular era tallada en forma de lengua. Otras joyas para el bezote eran los tapones de oro con esculturas de dioses, reyes o animales sagrados.

A pesar de que las perforaciones de la nariz fueron rechazadas por los colonizadores, por considerarlas no atractivas, existen algunos códigos que describen esta perforación en relación con los dioses Tezcatlipoca (erradicador del pecado) y Chalchiutlicue (la diosa del agua terrestre), ya que ambos fueron comúnmente dibujados con largos tapones tubulares en la nariz.

Otra perforación ignorada por los colonizadores fue la de los pezones; por lo que en la mayoría de los dibujos del pueblo mexica no se plasmaron. Painal, Dios conocido como mensajero de la muerte, usaba argollas de oro en los pezones, aunque también se sabe que Coatlicue las usaba.

Sin embargo, dentro del legado que los toltecas dejaron, además de su idioma y su arte, fue su cosmovisión y, como parte de ella, sus deidades, entre las que se encuentra Xochipilli, "El Señor de las Flores". Esta deidad tiene tatuajes y está adornado con flores  y es el protector de los placeres sexuales y se asume que también era el señor y protector de las prostitutas. 

En esta escultura, el dios lleva una máscara de piel y un pectoral con la figura de un ser cubierto de espinas como el monstruo de la tierra llamado Cipactli. Su cuerpo, cubierto por un sencillo braguero, está tapizado con flores, algunas de ellas con propiedades psicotrópicas como la flor del tabaco; la datura, también conocida como Trompetas del juicio; o la enredadera del ololiuhqui, a la cual fray Bernardino de Sahagún describió en sus escritos por su capacidad de embriagar y de volver loco a quien la bebiera o comiera. Estas eran consideradas como plantas sagradas, cuyo consumo ritual propiciaba la comunicación con la divinidad. La cabeza está cubierta con un manto adornado de plumas y labrado con los glifos del tonalli. Información de: Mediateca INAH

En aquel entonces, en los códices había algunos elementos que caracterizaban a quiénes practicaban la prostitución y, en general, los excesos sexuales. Tal es el caso de las ahuianimes o prostitutas sagradas que eran educadas para participar de ciertos rituales y que eran acompañantes de los guerreros más prestigiosos, quienes -según el códice Florentino-, se caracterizaban por llevar tatuajes en sus piernas, el cabello suelto y una flor entre sus manos.

Ahuianime en un mural de
Diego Rivera en Palacio Nacional
Las prostitutas rituales eran públicamente aceptadas, no así las que se ofrecían en las calles. Se distinguían por pintar su cuerpo de amarillo y los dientes de rojo. Las rituales participaban en fiestas y acompañaban a los guerreros más valientes, ellos eran los únicos que podían tocarlas. Eran muy respetadas en la sociedad prehispánica y tenían la posibilidad, llegando a su edad adulta, de casarse con los guerreros que habían acompañado.

Un ejemplo de los valores que buscaba reafirmar la modificación corporal en la casta guerrera prehispánica se daba en el pleno auge del imperio mexica (1325-1521). Este era el caso del Huey Tlatoani o gobernante supremo de la Triple Alianza (conformada por Tenochtitlan-Tezcuco-Tlacopan). Cuando se llevaba a cabo la ceremonia de entronización, al futuro Huey Tlatoani se le perforaban el septum (cartílago que se encuentra en medio de las dos fosas nasales) con un punzón de hueso de jaguar para colocarle una nariguera de oro, jade o turquesas. Este objeto lo identificaba como el elegido por los dioses para cuidar el destino de su pueblo.

Otra ceremonia curiosa que implicaba modificaciones corporales era cuando un guerrero mexica lograba ascender a través de la jerarquía militar al capturar a diversos enemigos en el campo de batalla. Al otorgarle el rango de Cuauhpipiltin (la nobleza meritocrática mexica), se le hacia una incisión con un cuchillo de obsidiana sin ningún tipo de anestesia entre el mentón y el labio inferior. En la incisión que tenía alrededor de 3 a 5 cm de diámetro se colocaba un bezote de forma circular hecho de obsidiana, hueso, coral, oro, cuarzo o jade. Portar esta pieza debajo del labio inferior era un distintivo social y también tenía como objetivo que el rostro del guerrero denotara ferocidad frente a sus enemigos en el campo de batalla. Cuando un guerrero con un bezote de este tipo era capturado en batalla se le realizaba una ceremonia de humillación pública antes de su sacrificio la cuál consistía en retirarle el bezote para que babeara sin control como un bebé.


La escarificación en las culturas prehispánicas

Tatuajes y escarificaciones faciales. De izquierda a derecha. Personaje con orejeras , tocado y cara tatuada. Figurilla estilo Jaina, Clásico Tardío. (Foto Justin Kerr, K2661A).—Hacha votiva de piedra, representación de cara humana con escarificación ornamental en mentón y sien. Clásico Tardío. (Foto Justin Kerr, K3869).—Personaje femenino sedente con tocado, orejeras y cara tatuada. Figurilla estilo Jaina, Clásico Tardío. (Foto Justin Kerr, K5779).

La escarificación es producto de un proceso simple, menos laborioso que el del tatuaje, pero sin duda bastante doloroso. En la época prehispánica para lograrla se hacían heridas o incisiones en la piel, siguiendo un diseño predeterminado, en las que se introducía tierra, carbón o piedras pequeñas, de tal modo que la cicatriz resultante tuviera volumen y en conjunto formara un diseño claramente distinguible.

Aunque parece haberse practicado entre las distintas culturas mesoamericanas, la mayoría de los ejemplos en los que es clara la escarificación proceden del Occidente de México, la Huasteca y el área maya. Para esta última, vale la pena mencionar la descripción de esa práctica que en 1613 hizo Pedro Sánchez de Aguilar en su Informe contra idolorum cultores del obispado de Yucatán, cuando señala que para demostrar su importancia los señores mayas se “sajaban” el cuerpo con lancetas de piedra, seguramente de obsidiana o pedernal, hasta que sangraban y en las heridas colocaban tierra negra o carbón. Cuando las heridas sanaban las cicatrices formaban diseños con forma de serpientes y águilas.

Entre los mayas la escarificación más frecuente se hacía sobre el rostro, con frecuencia en las mejillas y en la barbilla, aunque existe un tipo también usual que consiste en escarificaciones que van del entrecejo a la punta de la nariz. En el Occidente de México son además comunes las escarificaciones sobre brazos y hombros, en no pocos casos bastante abundantes.

- Vela, Enrique, “Escarificación”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 37, pp. 62-67.

"Mujer Escarificada" Fotografía de INAH 

La Mujer Escarificada es pieza sobresaliente del corpus de la escultura huasteca, el material con el que está tallada fue analizado en el Centro para la Investigación y Restauración de los Museos de Francia, en París, Francia, Se trata de piedra arenisca procedente de la sierra de Tambaca, a 52 km de Tamtoc y su elaboración se fechó en 220 después de Cristo.

La pieza presenta marcas de escarificaciones en muslos y hombros, motivos que han sido interpretados como representaciones de vegetación o maíz, por lo que podríamos pensar que su significado está directamente relacionado a la fertilidad y fecundidad.

El tatuaje mexicano durante la Inquisición Española

Generalmente se reconoce la existencia del tatuaje como practica étnica y sociocultural durante la época prehispánica, tanto entre los pueblos mesoamericanos particularmente el área maya, como entre la población chichimeca de Aridoámerica. 

El uso del término chichimeca tiene varios sentidos en la lengua náhuatl. Hay que señalar que para los mexicas —además de que venían de esa tradición— ser chichimeca no era ninguna de las acepciones dadas por los españoles ni motivo de vergüenza, atraso o periodo superado; al contrario, mostraba su prestigio histórico, el cual enaltecían en su presente a través de los códices y portando sus respectivas armas: el arco y la flecha.
"Por derivación metodológica, la Arqueología Mexicana como parte de las ciencias sociales, consideró por lo general, casi desde la década de 1950, a los tatuajes como elementos indicadores de una cultura prehispánica, dada su relación con simbolismos religiosos y prácticas culturales, étnicas y sociales."

Además del tatuaje como tal, también existió la “pintura corporal”, la cual no fue prohibida tras la conquista sino que persistió como una práctica común ya entrado el siglo 16. Puede ser apreciada en los murales del período clásico y en las vasijas policromadas que representan guerreros completamente cubiertos de pintura negra o roja. Para dar un aspecto de ferocidad, sus ojos y narices también se maquillaban. Según las fuentes, los jóvenes solteros hacían uso de la pintura corporal durante ciertos rituales de purificación y ayuno. Se sabe que los sacerdotes Mayas pintaban su cuerpo de color azul. 

Con la invasión y colonización española en el siglo XVI, las autoridades eclesiásticas y civiles del México Colonial consideraron que el tatuaje y todas estas formas de decoración corporal eran incompatibles con la vida cristiana y europea. Estas “enseñas y símbolos de su pasado prehispánico, que era gentil, idolátrico, pagano y bárbaro, podían ser indicio de un ofrecimiento y encomienda a los Demonio del pasado”. Por ello, se prohibió su uso entre los indios bautizados y se mandó sancionar a los infractores con pena de prisión con cien azotes públicos, según las Ordenanzas Reales de 1546. 

El tatuaje se volvió a hacer presente en México hasta el siglo XIX con la independencia y el aumento del tráfico naval internacional que permitió que los marineros difundieran el uso de esta práctica entre los sectores marginados de la población, como prostitutas, criminales y militares. 

Hasta el porfiriato se presentó en 1899 el primer acercamiento académico sobre la práctica del tatuaje en la población mexicana, asociando a éste con la población marginal mexicana de delincuentes, presos y soldados, a partir de una visión psicológica-legal y médica que intentaba establecer asociaciones y rasgos que permitieran reconocer y controlar personalidades y grupos peligrosos al orden social vigente.

Gonzalo Guerrero, el Padre del Mestizaje en México

“Guerrero representó la otra cara de la invasión, la humana. Él y su consorte legítima son nuestros diáfanos abuelos, inalterables por encima de las diatribas del tiempo” - Del libro "Náufragos españoles en tierra maya. Reconstrucción del inicio de la invasión" de Luis Barjau

Portada - Dibujos de la posible evolución del aspecto físico de Gonzalo Guerrero tras integrarse en la sociedad maya. (Fotografía original)
Dibujos de la posible evolución del aspecto físico de
 Gonzalo Guerrero tras integrarse en la sociedad maya. 

Gonzalo Guerrero era un soldado español que esperaba convertirse en conquistador en el Nuevo Mundo. En agosto de 1511, formó parte de una expedición marítima con destino a la Española, en Cuba; días después de zarpar de Darién, en Panamá, la embarcación naufragó cerca de la Península de Yucatán, y 18 de los 20 sobrevivientes al naufragio fueron sacrificados por los indios Cocomes. 

En algún momento, Guerrero fue obsequiado como esclavo valioso al cacique de Chetumal, Na Chan Can; Guerrero se adaptó hasta integrarse a la cultura maya; participó en enfrentamientos con las tribus enemigas y se destacó, entre ellos, por su astucia y dotes militares. 
"...el marinero Gonzalo Guerrero fue apresado en Chetumal, pero sorprendió a los mayas por sus habilidades como marino, pescador y soldado, por lo que el cacique del lugar lo casó con su hija mayor. En ese momento, el personaje se transforma, y pasa a formar parte de una élite indígena, se vuelve poderoso y renuncia a su hispanidad. Guerrero decide permanecer en su nuevo mundo para siempre, tiene hijos y su matrimonio se convierte en la semilla del mestizaje mexicano." - Luis Barjau
En 1519, la expedición de Hernán Cortés llegó a las costas de Cozumel. Aguilar fue solicitado al servicio de Cortés como intérprete para sus fines de conquista; sin embargo, Gonzalo Guerrero se negó a ser liberado y permaneció con los mayas.


Se convirtió en un guerrero maya de élite y después, fue nombrado capitán del ejército y liberado de la esclavitud. Disciplinó a los indígenas, los adiestró en el manejo de las armas y la construcción de fuertes, trincheras y baluartes. Como guerrero y hombre libre del grupo maya, participa con gran éxito en varias expediciones guerreras.
 
Monumento a Gonzalo Guerrero, náufrago español del s.XVI quien renunció a su patria de origen, a su rey y a su religión.  Está ubicado en un extremo del Paseo de Montejo de Mérida, Yucatán.

Sus victorias se suceden y asciende hasta Nacom al casarse con la princesa Zazil Há, también llamada Ix Chel Can. Los hijos engendrados por Gonzalo y su esposa maya son considerados a menudo los primeros mestizos (individuos con ascendencia europea y amerindia) nacidos en México.
Se transculturizó portando orejeras y narigueras, y se practicó mutilaciones y tatuajes rituales que eran propios a su rango.
Según las crónicas Gonzalo murió en 1536 combatiendo junto a los mayas en una batalla contra los españoles, al defender a los mayas de las tropas del capitán Lorenzo de Godoy. 
Gonzalo Guerrero se integró a la sociedad casándose con una mujer maya de Chetumal, y adoptó el vestuario, peinado, tatuajes y hábitos que lo convirtieron en un indígena; fue el iniciador del mestizaje mexicano. 
- Luis Barjau

Fuentes consultadas



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